Los idiomas son herramientas. Las herramientas son importantes, pero más importante es el fin para el que se usa la herramienta. El martillo es útil para clavar el clavo, pero está al servicio del clavo, y el clavo al servicio del cuadro. Cuando se mira un cuadro, no se advierte el clavo, ni se recuerda el martillo.
Las lenguas son herramientas, instrumentos para la comunicación. Las lenguas son instrumentos maravillosos, pero el fin es la comunicación.
Saber idiomas está bien, saber comunicar estar mejor. Saber idiomas puede ser útil, pero es más necesario saber algo de algo. Si se sabe poco, la comunicación es pobre, aunque se dominen varios idiomas.
El idioma es camino, método, pero se trata de llegar a un término, en este caso la comunicación. Aun la poesía, palabras vueltas sobre sí mismas, es comunicativa, significativa. Un lienzo lo aguanta todo, un folio no. Si las palabras no comunican nada, el texto se vuelve opaco, acaba en un callejón sin salida.
La vanguardias en las artes plásticas han tenido un largo recorrido; las vanguardias literarias, no. Porque, repito, el lienzo aguanta todo; el folio no. Hay un Museo del Prado y un Museo Reina Sofía. No puede haber un Museo Reina Sofía de la Literatura. La ocurrencia, la boutade, la provocación tienen menos recorrido verbal que plástico.
Saber idiomas está bien; pero saber, a secas, está mejor. Saber, saborear, quiénes somos, de dónde venimos, a dónde vamos, saber historia, filosofía, literatura, arte. Atar cabos, comprender.

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