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sábado, 5 de diciembre de 2015

La chistera de los derechos

Todo derecho parte de un hecho. Todo derecho implica un deber.

Si puedo dar clases de literatura en todos los niveles educativos, parte del hecho de que soy licenciado en filología, con certificado de aptitud pedagógica y doctor. Si no tengo derecho a ejercer la abogacía, parte del hecho de que no soy licenciado en derecho. Si no puedo conducir, parte del hecho de que carezco de carnet. Pero si poseo el derecho a dar clases de literatura, también me atañe el deber de impartirla con rigor. Si el racismo carece de derecho, es porque partimos del hecho de que el color de la piel es accidental y no esencial y, por tanto, un blanco y un negro son igualmente seres humanos, más allá de las diferencias morfológicas. Y si hablamos del derecho a la educación, no podemos omitir el deber de aprovecharla. ¿O es indiferente que un alumno se dedique a disparar con su tirachinas al profesor?
Hablar de derechos sin mencionar los deberes correspondientes es demagógico.
Defender derechos sin justificar los hechos en que se fundamentan implica un déficit racional.
"Ampliar derechos" es oportuno cuando responden a hechos. No se pueden ampliar derechos arbitrariamente, como si fueran animalitos que se sacan de la chistera.
"Ampliar derechos" indefinidamente es una espiral de la sinrazón, una posición propia de un niño caprichoso y consentido que desconoce lo que significa la responsabilidad. 

En un reciente debate, el actual secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, resumía así los logros de su partido desde que comenzó el régimen democrático en España: sanidad pública, educación pública, ley de dependencia, ley de interrupción voluntaria del embarazo, ley de memoria histórica, estatuto de los trabajadores autónomos, ley de matrimonio de personas del mismo sexo.

La sanidad pública y la educación pública no son un don concedido por el PSOE, ni aun son invento democrático sino herencia anterior.

Pero esto no es lo que quería destacar. Sánchez llama "avances" a todas estas leyes. Discrepo en dos casos: la ley de interrupción voluntaria del embarazo (¿por qué usa un eufemismo en lugar de llamarla por su nombre?) es un torpedo en la línea de flotación de los derechos humanos. El derecho a matar es el opuesto al derecho a vivir. La espiral de los derechos-chistera sin hechos que los avalen y con el deber esfumado produce esa ley ilegal, ese derecho a lo torcido llamado aborto, que hace incoherentes no pocas proclamas contra injusticias presentes y pasadas que mira hacia otro lado en este caso.
Por lo que respecta a la ley del matrimonio de personas del mismo sexo asistimos a un olímpico desprecio del hecho de que la unión heterosexual, al ser potencialmente fecunda, es sustancialmente (y no solo accidentalmente) diversa de la unión de homosexuales y, por tanto, merecedora de nombre diverso. La ley injusta suele serlo no solo per se, sino por su daño a terceros. 
Sánchez se enorgullece de que el PSOE ha abanderado la España de los derechos y la España de las libertades y ahora defiende la España de las oportunidades. Conviene revisar si todo derecho está legitimado como tal. Y para ello hay que reflexionar sobre los hechos y sobre los deberes. Quizás el Sobre los deberes de Cicerón pueda ser una lectura interesante.








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